miércoles, 11 de enero de 2017

MAGIA VIEJA


Se apagó el sol y empezó todo.

Arreboles desplegándose en el horizonte tiñendo el cielo de rojo y naranjas profundo. Un murmullo de olas con ánimos de tranquilizarse al fin, se apoderó del silencio. ¡Tanta blancura secundaria al caos del día entero! ¡Espuma en las rocas! ¡Algas hidratándose tras desfallecer de calor! ¡Mis ojos enamorándose un poco más de este pedazo de tierra!

El mar desbordando energía y mi corazón vibra con sus bamboleos seductores… me hipnotiza. Ya ni siquiera siento el cansancio crónico que todo el año anunció su presencia poniendo peso en mis párpados. Ya no hubo razón para estar triste.

“Eres el único con el que puedo bajar mis defensas” Susurré al viento, mientras encendía un cigarro, para luego sorber un trago de té.

Un último alarido de gaviotas rumbo a sus nidos marcó la antesala de la aparición de la luna.

Entre Orión pasó una estrella fugaz…  ¡Tanta claridad desprendida del ébano más puro! ¡La magnificencia de Dios en pleno!

Se está llenando la luna, puede que traiga buenas noticias, quizás un poco de romance, si no es mucho pedir, o que los zancudos dejen tranquilas a mis piernas. Hace frío y no me importa.

Si estuvieras aquí y pudieras ver lo que mis ojos, te apuesto el alma a que nunca te irías.

La vanidosa luna se refleja en el agua, dejando un camino plateado mar adentro, donde las toninas cantan serenatas antes de hacer el amor.

Pasaron las sirenas agitando los brazos, invitándome a casa antes de que Poseidón notase mi ausencia. Ayer conversé con él. Pusimos las cuentas al día y estamos en paz, claro, después de advertirme de que dejara de robar los caracoles y los erizos.

-          Dame permiso para sacar dos erizos más – Le dije – Para preparar los tragos y seguir conversando.
-          Está bien – Respondió. – Pero los últimos dos.  – Asentí.
Si mañana, no hay mucho trabajo, quizás baje a meter  los pies a la laguna y me junte con las sirenas para contarnos secretos. 

Es la misma magia vieja que aprendí en  los años más inocentes, la que circunda la atmósfera. La misma que me enseño Doña Mercedes antes de volver a los confines del cielo.
“Cuando yo no esté hija, y sientas esto, te acordarás de mí y verás que la vida, por aterradora que parezca, es hermosa. Recuerda, quien no se arriesga, no cruza el río.” Todos los días la siento cerca… Cuidando y más de una vez, la ha visto caminando en la cocina. Se ve feliz.

Esto es magia vieja, que me enseñó mi vieja.


ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER  

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© Francisca Kittsteiner, 2008 - 2009.
- Franykityzado por Klaus, ©2009.