lunes, 13 de marzo de 2017

LA COINCIDENCIA





Coincidimos en tantas cosas, que era fútil llegar a donde nos encontramos ahora.

Nacimiento, incluso el mes, país, cuidad, ¿infancia? No recuerdo pero no se pude descartar, sitios, intereses, afanes, obsesiones, decisiones, sentimientos, penas, maldiciones, volatilidad, escapes, horas, idioma y si no, estaban los suplementarios, que también coincidían, amor… Dios… y no coincidimos en el tiempo.

Coincidimos en bromas, planes, resguardos, noches, caminatas, libros, canciones, fantasías y resurrecciones y hasta lo hicimos al querernos olvidar.

¡Tan frágil es la memoria y tan seductor querer cambiar un mundo con tal de arrancar de la cabeza al dolor causado por un corazón mal habido!
Hiciste ajeno mi nombre y mis ojos. Enmudeciste tu boca para exhortar a la amnesia. Es probable que todo mi mío yazca en la pila de la basura de recuerdos por eliminar y lo hiciste, me olvidaste, pero por cuánto.

Yo armé una estrategia: cada que me perdía  en reminiscencias tuyas, bendecía tu vida y liberaba las ataduras, como devolviendo al aire los suspiros robados, ponía una canción triste, parpadeaba un par de veces mientras dibujaba un corazón en un papel, luego lo rompía. Llené la casa de  confeti y resultó.

La mente olvida. Supresión selectiva.

Había paz por un intervalo breve y algo parecido a felicidad forzada, la que viene con sonrisas dibujadas en caretas plásticas y copas de brandi. Paz de la barata, para no morir convertida en carroña de buitres entre preguntas sin respuestas y brazos colgando al vacío.

Cambió de estación y renuevo de hábitos. Limpieza de otoño y ahí estaba otra vez: Algo tuyo destruyéndolo todo.
Nos olvidamos. Coincidimos al recordarnos. Fojas cero.

Coincidimos en los versos, las fuentes y los deseos lanzados en monedas teñidas con niquel, los abrazos, las distancias, los planes a futuro y tú, conmigo, en el día después de mañana y alguna película de Disney un domingo cualquiera.


Coincidimos en la calle al salir a dar un paseo, en sueños invocados por somníferos o cuando la noche es muy vieja y por dignidad hay que acostarse, en quimeras sin sentido en un principio, pero siempre con un trasfondo codificado por las estrellas, en mensajes enviados en botellas tiradas al mar, en alguna suplica por lo que sea, en esta vida y en todas las anteriores.

Hay una creencia antigua que dice que las almas eligen cuando reencarnarse para poder encontrarse con su igual en cierto periodo determinado, la cuestión radica, en que no todas las veces es para ser felices, se puede conjurar a la destrucción mutua si las ansias son demasiadas. Parece que se nos pasó la mano. No sé, ya empecé a desvariar, tiene que ser el calor. No estoy acostumbrada al aire sofocante de ningún lugar. Me duele la cabeza.  Vaya a saber Dios, si coincidimos en eso también.

Coincidimos en no buscarnos cuando el huracán tocó tierra, pero no me vengas a decir que no coincidimos en preocuparnos por la sobrevivencia del otro. ¿Cómo llenar tantos espacios inconclusos que antes ocupaban tus abrazos? ¿Cómo ahogar esta suerte de inquietud percibida en las vibraciones el universo cuando siento tu presencia rondándome desde las sombras? ¿Cómo hacer que todo esto se acabe pronto?

Me  cuesta creer que no volvamos a coincidir.

ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER


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