Coincidimos en tantas cosas, que era fútil llegar a donde nos encontramos ahora.
Nacimiento, incluso el mes, país, cuidad, ¿infancia? No recuerdo
pero no se pude descartar, sitios, intereses, afanes, obsesiones, decisiones,
sentimientos, penas, maldiciones, volatilidad, escapes, horas, idioma y si no,
estaban los suplementarios, que también coincidían, amor… Dios… y no
coincidimos en el tiempo.
Coincidimos en bromas, planes, resguardos, noches,
caminatas, libros, canciones, fantasías y resurrecciones y hasta lo hicimos al
querernos olvidar.
¡Tan frágil es la memoria y tan seductor querer cambiar un
mundo con tal de arrancar de la cabeza al dolor causado por un corazón mal
habido!
Hiciste ajeno mi nombre y mis ojos. Enmudeciste tu boca para
exhortar a la amnesia. Es probable que todo mi mío yazca en la pila de la
basura de recuerdos por eliminar y lo hiciste, me olvidaste, pero por cuánto.
Yo armé una estrategia: cada que me perdía en
reminiscencias tuyas, bendecía tu vida y liberaba las ataduras, como
devolviendo al aire los suspiros robados, ponía una canción triste, parpadeaba
un par de veces mientras dibujaba un corazón en un papel, luego lo rompía. Llené
la casa de confeti y resultó.
La mente olvida. Supresión selectiva.
Había paz por un intervalo breve y algo parecido a felicidad
forzada, la que viene con sonrisas dibujadas en caretas plásticas y copas de
brandi. Paz de la barata, para no morir convertida en carroña de buitres entre
preguntas sin respuestas y brazos colgando al vacío.
Cambió de estación y renuevo de hábitos. Limpieza de otoño y
ahí estaba otra vez: Algo tuyo destruyéndolo todo.
Nos olvidamos. Coincidimos al recordarnos. Fojas cero.
Coincidimos en los versos, las fuentes y los deseos lanzados
en monedas teñidas con niquel, los abrazos, las distancias, los planes a futuro
y tú, conmigo, en el día después de mañana y alguna película de Disney un
domingo cualquiera.
Coincidimos en la calle al salir a dar un paseo, en sueños
invocados por somníferos o cuando la noche es muy vieja y por dignidad hay que
acostarse, en quimeras sin sentido en un principio, pero siempre con un
trasfondo codificado por las estrellas, en mensajes enviados en botellas
tiradas al mar, en alguna suplica por lo que sea, en esta vida y en todas las
anteriores.
Hay una creencia antigua que dice que las almas eligen
cuando reencarnarse para poder encontrarse con su igual en cierto periodo
determinado, la cuestión radica, en que no todas las veces es para ser felices,
se puede conjurar a la destrucción mutua si las ansias son demasiadas. Parece que
se nos pasó la mano. No sé, ya empecé a desvariar, tiene que ser el calor. No estoy
acostumbrada al aire sofocante de ningún lugar. Me duele la cabeza. Vaya a saber Dios, si coincidimos en eso
también.
Coincidimos en no buscarnos cuando el huracán tocó tierra,
pero no me vengas a decir que no coincidimos en preocuparnos por la
sobrevivencia del otro. ¿Cómo llenar tantos espacios inconclusos que antes
ocupaban tus abrazos? ¿Cómo ahogar esta suerte de inquietud percibida en las
vibraciones el universo cuando siento tu presencia rondándome desde las
sombras? ¿Cómo hacer que todo esto se acabe pronto?
Me cuesta creer que
no volvamos a coincidir.
ESCRITO POR: FRANCISCA KITTSTEINER
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