He visto cómo te mira: Hambriento.
Irascible por la sed que lo
consume, siendo acorralado por la necesidad de probar un poco de absolución; un
bocado prohibido para él desde que te vio sonreír.
Hay inquietud en sus ojos al no
encontrarte entre la gente, un dejo de incertidumbre sobre un futuro que
no alcanzó a llegar y fantasías sin nacer. La desesperación de un loco ardiendo
en el infierno, apaciguada solo por el rugir de tus tacones componiendo réquiem
en el cemento ardiente de media tarde.
Depravaciones nunca conocidas
comienzan a tomar forma al despojarte de a una la indumentaria; un desquicio
sin tratamiento aflora cuando la desnudez no es el siguiente paso por seguir.
Se percibe la inmoralidad exasperada emanada de cada pestañeo con arabescos de
consumación carnal elevándose entre sus plegarias antes de saludarte. Es sexo
susurrado en los silencios.
La furia de las olas se
condensa a fuego lento, resucitando naufragios de deseos añejos sin
concretar.
He visto cómo te mira: La
salvación.
Un pacto implícito de su alma a
cambio de un beso tierno entregado por azar al alinearse los planetas a su
favor, esa esperanza que mantiene en vilo por las noches, concediendo luego, un
día cargado de posibilidades, que mata y da vida, que agota y revitaliza, que
hace daño y sana.
La búsqueda incansable de una
imagen borrosa rescatada desde un sueño febril traído de golpe a la realidad,
tomándola por una y renunciando a lo conocido con tal de la felicidad, por
efímera que sea.
El indulto de los pecados a
sabiendas de la condena al conocer el rostro de la salvación: El tuyo, para
él.
He visto cómo te mira: La
reminiscencia.
La añoranza de un pasado donde
hubo calma y con tal de respirar aire limpio por una vez, vivir enraizado a un
recuerdo, en la infancia más pura, donde no había destrucción, ni daño, ni
corazones a medio partir, un mendrugo de familiaridad combinado con el miedo a
lo desconocido: Un abismo sin fondo con escarcha de rosas en cristal.
Un suspiro congelado en el
tiempo, pospuesto una eternidad con tal de verte llegar y ahora que estás aquí,
su mundo se acelera hasta colapsar en un instante, el mismo en el que le
sonreíste porque te dio la gana, sin saber de la adoración profesada por un
pobre condenado que nunca supo de qué se trataba el juego. Apostó consciente de
la pérdida: Él contra el océano hecho mujer, catástrofe y hermosura.
He visto cómo te mira: La
promesa de sexo al caer la noche.
ESCRITO POR: FRANCISCA
KITTSTEINER.
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